Si pudiéramos obviar toda la historia que Lance Armstrong carga en la mochila y asistiéramos de nuevas a todo lo que está generando el americano en esta edición de la ronda francesa, no sería raro pensar que un millonario excéntrico, como Richard Branson en Virgin, hubiera decidido comprar una plaza de corredor en un equipo ciclista. En España todavía vamos con la boca pequeña porque la causa del tejano (la lucha contra el cáncer) es muy sana y sería políticamente incorrecto echarle a los leones (eso sí, como se ponga por delante de Contador, que se atenga a las consecuencias).
Todo sea dicho, da un poco de envidia ver a Lance acaparando noticias y fotografías. De la bici que Marc Newson le diseñó para la crono de ayer eché a faltar el soporte para la BlackBerry, y es que uno alberga la esperanza de que el tejano actualice su twitter mientras corona algún puerto de cuarta categoría en etapas de poca monta. Armstrong está documentando este Tour como si le hubiera tocado la plaza en las tapas de los yogures: foto de Leipheimer en sandalias, foto con Merckx en la habitación del hotel, cenita con Bono el jueves en Monaco… vida de estrella.
La etapa prólogo que se disputó ayer sirve para lo que sirven los prólogos de los libros: leer entre líneas y empezar con la trama que merece la pena. Aunque ayer no hubo loas y alabanzas al autor, la segunda plaza de Contador, por machotes que nos pongamos, creo que sirve para bien poco. Quedan tres semanas por delante. Aunque, para mí, el mayor beneficiado de todo esto es Cadel Evans que, a la chita callando, se podría llevar el premio gordo. A Sastre le veo donde siempre, en el tercer cajón del podio, a no ser que empiecen a caer los que vayan delante por misterios de los vampiros. ¿Y Óscar Pereiro? Bien, gracias.
PD – Lance, felicidades por el nacimiento de tu hijo Max pero… yo prefería a Sheryl Crow.